En primer lugar es necesario cambiar los pensamientos
catastróficos: “Me van a rechazar”, “Parezco un ridículo”, “Me van a decir que
no”, “Me están juzgando”, ese pensamiento automático que lleva a una persona a
descartarse a sí misma por pensar que va a suceder lo peor en cualquier cosa
que hagan.
Cuando nos comunicamos con los demás, todos tratamos de
entender qué le pasa al otro. Por ejemplo, podemos preguntar: “¿Estás bien?, te
veo más o menos”, es decir, tratamos de leer el pensamiento. Pero si en cambio
decimos: “Te aburro con lo que te estoy diciendo ¿no?”, hay una distorsión en
la comunicación.
En la fobia social, en el miedo a la gente, esa lectura de
pensamiento es constante y siempre es catastrófica. Se calcula que la mitad de
la gente que tiene fobia social, ha pasado por una experiencia humillante en su
infancia, una experiencia de encierro, de burla, de maltrato, de descalificación,
fundamentalmente por parte de sus padres.
Es por eso que nunca tenemos que
humillar a nuestros hijos, pegarles, lastimarlos físicamente ni verbalmente
bajo ningún concepto: la violencia nunca es un método educativo, no sirve en
absoluto, todo lo contrario, destruye.
Todo ser humano necesita ser validado, motivado, felicitado
para que de su interior pueda surgir lo mejor de sí mismo. Cambiar la cultura
de la descalificación por una cultura positiva de la validación y de la
bendición hará que la persona pueda dar lo mejor que tiene para dar.
#HeridasEmocionales por Bernardo Stamateas
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