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jueves, 15 de enero de 2015

Almas gemelas

Hay alguien especial para cada uno de nosotros. 
A menudo, nos están destinados dos, tres y hasta cuatro seres.
Pertenecen a distintas generaciones y viajan a través de los mares, del tiempo

y de las inmensidades celestiales para encontrarse de nuevo con nosotros.

Proceden del otro lado, del cielo.
Su aspecto es diferente, pero nuestro corazón los reconoce, porque los ha amado

en los desiertos de Egipto iluminados por la luna.

Y en las antiguas llanuras de Mongolia.
Con ellos hemos cabalgado en remotos ejércitos de guerreros y convivido

en las cuevas cubiertas de arena de la Antigüedad.

Estamos unidos a ellos por los vínculos de la eternidad

y nunca nos abandonarán.

Es posible que nuestra mente diga: «Yo no te conozco.»

Pero el corazón sí le conoce.

Él o ella nos toman de la mano por primera vez y el recuerdo

de ese contacto trasciende el tiempo y sacude cada uno de los átomos de nuestro ser.

Nos miran a los ojos y vemos a un alma gemela a través de los siglos.
El corazón nos da un vuelco.
Se nos pone la piel de gallina.
En ese momento todo lo demás pierde importancia.
Puede que no nos reconozcan a pesar de que finalmente nos hayamos encontrado otra vez.
Aunque nosotros sí sepamos quiénes son.
Sentimos el vínculo que nos une.
También intuimos las posibilidades, el futuro. En cambio, él o ella no lo ven.
Sus temores, su intelecto y sus problemas forman un velo que cubre los ojos de su corazón,

y no nos permite que se lo retiremos.

Sufrimos y nos lamentamos mientras el individuo en cuestión sigue su camino.
Tal es la fragilidad del destino.
La pasión que surge del mutuo reconocimiento supera la intensidad de cualquier erupción volcánica, y se libera una tremenda energía.
Podemos reconocer a nuestra alma gemela de un modo inmediato.
Nos invade de repente un sentimiento de familiaridad, sentimos que ya conocemos profundamente a esta persona, A un nivel que rebasa los límites de la conciencia, con una profundidad que normalmente está reservada para los miembros más íntimos de la familia. O incluso más profundamente.
De una forma intuitiva, sabemos qué decir y cuál será su reacción.
Sentimos una seguridad y una confianza enormes, que no se adquieren en días, semanas o meses.
Pero el reconocimiento se da casi siempre de un modo lento y sutil.
La conciencia se ilumina a medida que el velo se va descorriendo.
No todo el mundo está preparado para percatarse al instante.
Hay que esperar el momento adecuado, y la persona que se da cuenta primero tiene que ser paciente. Gracias a una mirada, un sueño, un recuerdo o un sentimiento podemos llegar a reconocer a un alma gemela.
Sus manos nos rozan o sus labios nos besan, y nuestra alma recobra vida súbitamente.
El contacto que nos despierta tal vez sea el de un hijo, hermano, pariente o amigo íntimo.
O puede tratarse de nuestro ser amado que, a través de los siglos; llega a nosotros y nos besa de nuevo para recordarnos que permaneceremos siempre juntos, hasta la eternidad.
Brian Weiss “Almas gemelas
FUENTE :http://www.mind-surf.net/



domingo, 11 de enero de 2015

Cómo pueden ayudar los familiares y los amigos a personas con problemas de ansiedad

Cómo puede ayudar los familiares y los amigos a personas con problemas de ansiedad
Los familiares y amigos de las personas que sufren problemas de ansiedad se encuentran ante una situación que, en muchas ocasiones, no saben cómo manejar. Esto puede conducirles a sentirse confundidos y frustrados. Conviene saber cómo actuar para prestar la ayuda adecuada y evitar actitudes o intentos de solución fallidos que contribuyen a intensificar y perpetuar el problema.

Es muy habitual que la persona que padece un problema de ansiedad manifieste cambios en su comportamiento. Dichos cambios pueden ser una consecuencia de la ansiedad, o bien, pueden responder al intento de disimular o esconder el problema (en caso de que la persona sienta vergüenza, miedo al rechazo, o no quiera otros se preocupen). Algunos ejemplos de dichos cambios de comportamiento pueden ser: la disminución del interés por realizar determinadas actividades, las excusas, la irritabilidad, los cambios en el humor, el retraimiento, la evitación de algunas situaciones, búsqueda de mayores condiciones de seguridad, actitudes defensivas (vigilancia, suspicacia, susceptibilidad).

A continuación ofrecemos algunas directrices, secuenciadas, que van desde las acciones más básicas hasta las encaminadas a buscar recursos profesionales externos al entorno familiar, para los casos de mayor gravedad.
Hemos agrupado los pasos a seguir en cuatro grandes categorías: Informarse, contener, brindar apoyo, y propiciar las ayudas externas, si se requieren.
Uno: Informarse
En primer lugar es conveniente interesarse e informarse de lo que pasa. La información dota de significado o sentido a las cosas, aumenta nuestro nivel de conocimiento sobre ellas, y facilita la toma de decisiones. En este caso, las primeras dos fuentes de información podrían ser:
- La persona que sufre el problema: escuche de forma activa a la persona que sufre el problema de ansiedad e intente comprender lo que le está pasando, sin desacreditarla ni desconfiar de ella. Si la persona afectada ha consultado ya con algún profesional, el médico de cabecera por ejemplo, es conveniente interesarse por la valoración o consideraciones que ha hecho sobre el caso.
-Documentos especializados de carácter divulgativo: para una mejor comprensión del problema puede ser de utilidad consultar a fondo documentos especializados sobre qué es la ansiedad, como se manifiesta, con que factores guarda relación, tipos, etc. Esta información puede obtenerse en libros técnicos de carácter divulgativo, o en paginas web acreditadas de instituciones o profesionales reconocidos.


Dos: Contener

La contención va un paso más allá de la escucha activa, se refiere a la capacidad de hacerse depositario de la situación problemática. Implica mantener una actitud empática, ser capaz de ponerse en el marco de referencia de la persona que padece, y mostrarse dispuesto a ayudar. Contener implica:

-Una actitud de entendimiento, comprensión, disponibilidad y asistencia. Entendimiento y comprensión no significan hablar demasiado, o continuamente, de las sensaciones desagradables que produce la ansiedad ya que esto podría contribuir a mantenerlas.

-Hacerse depositario, prestarse a compartir para descargar a la otra persona. En ocasiones, verbalizar los miedos y preocupaciones hace que nos sintamos aliviados. Es un alivio provisional, dado que por el simple hecho de compartirlos no van a desaparecer, pero lo cierto es que suponen una tregua al malestar.

-Evitar la trivialización y las descalificaciones. Se trata de intentar eliminar las broncas, los reproches, los comentarios irónicos, los juicios morales. Este tipo de comportamientos propiciarán que la persona se sienta prejuzgada, ridiculizada y rechazada.

-Evitar la culpabilización. Culpabilizar implica que se atribuye toda la responsabilidad de la situación problemática a la persona que la está sufriendo. Puede ser que la propia alteración no permita a la persona hacerse cargo de la situación o aplicar soluciones que en otras circunstancias parecen fáciles. Culpabilizarla puede hacer que se sienta más angustiada e incapaz.

-No dramatizar o angustiarse tanto o más que el propio paciente. Esta manera de proceder crearía más alarma todavía e incrementaría el efecto mancha de tinta de la ansiedad, que tendería a sobredimensionarse.

-Ayudar a objetivar las situaciones. La ansiedad implica una tendencia a sobrevalorar las amenazas e infravalorar los recursos. Podemos ayudar a analizar de forma más objetiva y realista la situación para animar a la persona a hacer frente a la misma, en lugar de sobreprotegerla y corroborar sus miedos desprionados.

-Generar expectativas realistas de solución. Interesa que la persona sepa que a pesar de tener ansiedad puede llegar a disponer de las estrategias necesarias para que ésta pueda superarse: Si en otros momentos se ha sido capaz de encontrar respuestas a problemas que parecían insolubles, también podrá conseguirse en esta ocasión.


Tres: Brindar apoyo

Los principales efectos del apoyo social y del apoyo instrumental son la reducción de los estresores percibidos, el incremento de la sensación de satisfacción y la reducción de los sentimientos de ansiedad y depresión. Apoyar, ¿de qué modo?:

-Animar al paciente a enfrentarse progresivamente a los miedos y a las situaciones y o circunstancias que los ocasionan: es fácil que no encuentre el momento, el miedo no hace atractivas las situaciones de las que se adueña. Dedicaremos, regularmente, una parte de nuestro tiempo para apoyar e incentivar iniciativas de ese tipo: “lo intentaremos el miércoles por la tarde”.

-Estar muy atento a los argumentos que sostiene la persona cuando se muestra reticente a enfrentarse a lo miedos, dado que es posible que el miedo quede enmascarado entre excusas muy bien elaboradas que pueden llegar a sonar convincentes.

-Reforzar los avances que se van consiguiendo (alabanzas, elogios, felicitaciones, celebraciones...…) y , sobre todo, demostrar satisfacción por los esfuerzos realizados.

-Ofrecer ayudas, sin sobreproteger, que se retirarán a medida que el paciente mejora y para que mejore: es comprensible que cuando vemos sufrir a alguien que queremos o nos importa, tendamos a intentar aliviar ese sufrimiento a corto plazo de la forma más rápida que conozcamos. La sobreprotección no es una buena estrategia de ayuda para superar el problema, contribuye a mantener el problema a largo plazo.

-Evitar que el problema se extienda: podemos facilitar recursos o condiciones que limiten las consecuencias de la ansiedad en ámbitos que inicialmente no se habían visto interferidos por el problema, de forma que sus efectos perjudiciales se extiendan lo menos posible.

-Evitar fuentes de estrés innecesarias: es importante tener en cuenta que la persona que sufre el problema de ansiedad se encuentra en una situación en la que cualquier pequeño contratiempo puede actuar como disparador de su ansiedad y mantener e intensificar el problema.


Cuatro: Propiciar las ayudas externas, si se requiere

En caso de que detecte que la ansiedad empeora con el paso del tiempo y compruebe que las medidas preventivas no están funcionando o no son suficientes, puede ser de utilidad que anime al afectado a consultar su problema con especialistas y le facilite información para que pueda acceder a un tratamiento adecuado. Ayude a generar expectativas realistas de recuperación:

-Buscando algún texto de autoayuda que se adecue al caso: una vez conozcamos qué tipo de problema de ansiedad presenta la persona, podemos recurrir a literatura especializada que aporte sugerencias o soluciones.

- Participando activamente en la búsqueda de ayuda especializada: La búsqueda de ayuda profesional puede suponer una fuente de estrés adicional a la persona que sufre el problema. Implicarse en dicha búsqueda es una forma de apoyo emocional e instrumental.

-Colaborando con los especialistas en la aplicación de alguna parte del programa terapéutico, si fuera necesario o ventajoso: la participación en el proceso de intervención como co-terapeuta o asistente, dependiendo del tipo de problema de ansiedad, suele ser una parte fundamental del programa de tratamiento. Su colaboración será muy bien recibida y será de mucha ayuda.