Es increíble cómo pueden cambiar nuestras emociones cuando alguien nos abraza y nos transmite su cariño. Las emociones negativas como la tristeza y el enfado, aunque dolorosas y sanas, se tornan más llevaderas.
Con los abrazos recargamos energía positiva, le decimos a nuestra mente que puede con lo que se nos viene encima y que no hay obstáculo que nos impida caminar por la vida con la frente alta y la cabeza erguida.
Porque un abrazo al final es sentimiento, medicina para los dolores del alma, delicia pura, contacto, cariño, reencuentro, amor, dulzura, riqueza, buenos deseos, mirada al corazón, nobleza, comprensión, cercanía, intensidad, felicidad.
Adoro esos abrazos porque rompen mis desvaríos, me ayudan a mantener un equilibrio, me reconfortan y desnudan mi esencia. Los adoro porque me transmiten un cariño tan ideal que me atrevo a pellizcarme para saber si estoy soñando o si es verdad que mi mundo se sostiene en lo más alto.
Porque los achuchones a tiempo pueden marcar la diferencia, hacer sonreír un corazón y desdibujar dolores y soledades. No hay duda de que nos hacen sentir especiales, de que es el mejor regalo que podemos hacer.
Por eso, nunca desprecies el poder físico y psicológico de un abrazo, pues este simple gesto puede sacarte de un pozo de negrura, iluminarte en la sombra y hacer que los muros de tus adversidades se vuelvan pequeños y frágiles.